Sigues sin saber y el tiempo corre, no podrás seguir mucho tiempo así, no eres de piedra. Sabes que no es bueno para ti, ni para tu cuerpo, ni para tu mente, y te bloqueas. Ves la salida rápida y fácil y das un golpe a esa pared. Después recapacitas, te paras, intentas calmarte y respiras lo más hondo que puedes, una y otra vez, una y otra vez.
Rabia, esa es la palabra, eso es lo que sientes. Rabia al preguntarte por qué no eres capaz de solucionarlo. Pero todos te dicen que todo pasa, que nada es para siempre y que todo el mundo es prescindible. Que ahora, simplemente, estoy un poco más desprotegida.
Que, como dice Loreto Sesma: “Es ley de vida. Pero que
alguien me diga cuál es la ley esa, por favor, que a lo mejor es eso lo que me
tiene tan perdida. Porque yo lo que
necesitaba era que me dijeses que no saliste a buscarme, que saliste a
encontrarme; y que al verme tenías que contener las ganas de romperme los
huesos en un abrazo. Joder, necesitaba que me dijeses que me querías, aunque
fuese mentira. Te echo de menos. Y un polvo, y un pulso a sonrisas, siempre que
quieras. Dígale al amor que me rindo, a sus pies.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario