jueves, 15 de julio de 2010

Cosas sin explicación.♥

Después todo este tiempo, y sigo sin poder controlar mis sentimientos.
No puedo controlar que mis mejillas se llenen de lágrimas cada vez que hablo con ella. Tampoco puedo evitar sonreír cuándo lo veo a él.

miércoles, 14 de julio de 2010

¿Lo tienes?

¿Tienes miedo? Porque yo sí. Miedo a perderlo todo, a perderte, a no volverte a ver. Tengo miedo a que no me vuelvas a hablar, a no volver a oír nunca tu voz.

¿Por qué todo se acaba cuando más perfecto es?

[8/Adiós, sin más palabras, sin más suspiros.../8]


Y AHORA, SUBO EL VOLUMEN DE LA MÚSICA E INTENTO OLVIDARME DE TODO.




(Qué cutre es escribir de día xD.)
/Marta.(L)

jueves, 8 de julio de 2010

IRELAND.


[¡]Un millón de palabras no pueden hacer que vuelvas. Lo sé, porque lo he intentado. Tampoco un millón de lagrimas pueden lograrlo. Lo sé porque he llorado hasta no poder más. [¡]
...Es patético y absolutamente absurdo derramar miles de lágrimas en tu ausencia, porque nada ni nadie pueden hacer que vuelvas.
Ahora sólo nos queda esperar. Es poco el tiempo que me separa de volverte a abrazar y verte sonreír de nuevo. :)
J.♥

''Se marchó junto a la lluvia'' (mejorado)

Era un día nublado, de esos en el que el frío se te mete en los huesos, cuando el médico me dio la mala noticia de la enfermedad que padecía mi madre. Tal vez aquel día no fuese tan negro, sólo que mis ojos no me dejaban verlo de otra manera. Era un momento oscuro, no lograba pensar con claridad ni tampoco dejar de hacerlo, y, por lo tanto, no me di cuenta de su sufrimiento.
Por aquellos entonces yo era una chica de lo que se llama ahora ''popular'' y una ''máquina'' jugando a baloncesto.
Hasta que, un día ocurrió algo que me hizo darme cuenta de lo que estaba a punto de perder. El hecho de ver a mi madre gravemente en el hospital me hizo recordar aquellos últimos meses en los que no la había apoyado.
Eran las cuatro de la mañana, mi padre estaba en el hospital con mi madre y me quedé en casa sola. Sonó el teléfono. Me levanté para cogerlo, y cuando escuché la voz del médico me quedé helada, temiendo lo peor. Pero no tenía fuerzas para preguntar nada, sólo me bastaba con escuchar.
Ocurrió exactamente lo que me temía: se había marchado para siempre. Aquella que había estado desde siempre en mi vida, aquella que había sido tan dulce, y me había susurrado muy bajito al oído 'Sigue tu camino, no tengas miedo. Confía en mí.'
Pero ella se marchó, dejando, en su lugar, ese sabor que dejan las cosas dulces, cuando dejan de serlo. Me dejó sola, sin fuerzas para seguir.
Quizás es verdad eso de que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes, y ya era demasiado tarde, ya la había perdido.
Pasé el resto de la noche viendo la lluvia caer desde mi ventana, al igual que mis lágrimas recorrían mis mejillas.
Aquella noche no pude dormir, la muerte de mi madre me había dado mucho qué pensar. Nada seguiría como antes.
Y así fueron pasando lentamente los días, tan extraños sin ella, no era fácil acostumbrarse.
Después de su muerte, mi padre se había centrado más en el trabajo, pasaba día y noche en la oficina y apenas le veía. Por el contrario, a mí me había provocado efectos totalmente inversos, dejé a un lado mis estudios, dejé de salir, dejé el baloncesto y mi autoestima cayó por los suelos.
Me sentía sola, todos esos días me parecían incompletos sin ese ‘’Buenos días cielo’’ que me hacían sonreír al despertarme o cualquiera de esos pequeños detalles a los que antes no les daba importancia pero que ahora echo mucho en falta.
Una noche, mi padre entró a mi habitación y silenciosamente se acercó a mí:
-Cariño, ¿estás despierta?
-Sí, papá. ¿Querías algo?
-Creo que tenemos que hablar…- hizo una pausa y suspiró.- No debería de haberme esperado tanto tiempo para explicártelo, pero este tipo de cosas solía hacerlo tu madre…
-No pasa nada, sigue.
-Hija, llevamos meses sin tu madre, y sé que no es fácil, pero tenemos que salir adelante. Quiero que continúes con tus estudios, y estoy seguro de que a tu madre le hubiese gustado que volvieras a baloncesto, si es lo que de verdad te gusta. ¿De acuerdo? Y me gustaría que supieses que aunque estos meses nos hayamos distanciado un poco, que siempre me tendrás ahí para lo que sea.
-Gracias papá, buenas noches.
No pude decirle nada más, yo nunca había tenido ese tipo de charlas con mi padre, y sabía que para él no era fácil hablar de estas cosas con su hija pre-adolescente, pero en este caso sus palabras fueron firmes y profundas.
Llegó el lunes, y después de pensármelo mucho, decidí hacer caso a mi padre y volví a las clases.
El volver a estudiar fue lo mejor que hice en todos esos meses. Mi actividad social iba aumentando, igual que la relación con mi padre, que cada vez iba a mejor y me intentaba ayudar con lo que pudiera, lo cual le estoy muy agradecida.
Mi humor fue aumentando hasta que logré ser como antes, cosa que pensaba que no conseguiría nunca. Estaba feliz, o por lo menos intentaba aparentarlo. Había conseguido rehacer mi vida, volver a esbozar una sonrisa después de tanto tiempo, conseguí salir adelante. Pero aún con todos esos esfuerzos, no lograba olvidarla. Nunca lo hice.
Noche tras noche, me tumbaba en la cama apretando fuertemente su retrato, susurrándole entre llantos lo mucho que la quería. Hasta que un día pensé que no tenía sentido. Que nunca nada tiene sentido, y que algún día volvería a estar aquí, conmigo. Durante ese pensamiento que pasó por mi cabeza sonreí. No merecía la pena seguir arrastrando con ese pesar. En ese momento, sonreír me pareció casi sencillo.
Una de esas noches, tuve una idea. Deseaba inventar una historia y perderme en mis pensamientos. Sobre ella, sobre mí, sobre nuestra vida. Noté un escalofrío por mi cuerpo, y me miré al espejo, no había nadie más en mi habitación… Sólo una lista de cosas bonitas, ideas sobre las que escribir, y ramo de tulipanes.
Aún así, intentaba llevar mi vida normal, aparentando la felicidad y escondiendo entre mis sonrisas la soledad que ella había dejado al marchar.
Pero un día todo se me vino abajo. Descubrí que mi padre tenía novia y volví a comportarme como tras la muerte de mamá.
-¡Papá! ¿Cómo has podido? ¿Es que ni siquiera te acuerdas de mamá?
-Claro que me acuerdo hija…
No pude escuchar lo que dijo a continuación porque yo ya estaba en mi habitación, cerrando la puerta de golpe haciéndola resonar muy fuerte.
Me sentía mal, me había comportado como una niña pequeña, no respeté su decisión, sin pensar en él y su felicidad.
Respiré hondo, me limpié las lágrimas y supe que debía salir a hablar con él. Yo pensaba: ‘’¿ Por qué tengo que disculparme si no tengo la culpa? No soy yo la que se ha olvidado de mi madre’’. Pero en seguida me vino a la cabeza la respuesta a eso: ‘’Sí, sí lo sé, porque alguien me ha enseñado a cómo comportarme, y no le voy a fallar. ’’
Salí a cenar y allí hablamos. Le dije que lo sentía de verdad, pero que echaba mucho en falta a mi madre. Él lo entendió perfectamente y dijo que Elisa, así se llamaba, nunca ocuparía el lugar de mamá. Y prometí comportarme bien con ella. Sinceramente, no me gustaba nada esa chica, pero supongo que sería porque pasaba mucho tiempo con papá.
Pero unos días después, mi padre llegó bastante triste después de una cita con Elisa.
Suponía de qué iba el tema.
-Siento que no haya salido bien… Espero que no haya sido por mi culpa.
-No digas eso, claro que no es por tu culpa. No te preocupes, estoy bien, no la necesito, te tengo a ti y con eso soy feliz.
Y así, mi padre y yo rehicimos nuestra vida, el principio de una nueva historia, los dos juntos.♥